viernes

Etapa 1 ¿LE TEMES A LOS DUENDES? "El duende No"

Hola amigos .

En este ciclo trabajaremos con cuentos muy divertidos, en donde los duendes tienen unas aventuras interesantes .
Hay uno que tiene una forma de contestar muy peculiar.
Tambièn una aldea vive aterrorizada cuando escuchan que viene un dragòn.
Les presentamos el cuento de El duende No
El duende “No”
Autora: María García Esperón

Un día, Alexia le dijo a Sol:-¡Invítame a tu casa!Sol pensó vagamente que las invitaciones no se hacen así. Que uno invita al invitado, no al revés. Pero dijo:-Sí. Voy a decirle a mi mamá.También pensó entre brumas como algodones de dulce que tendría que pedirle permiso a su mamá y no nada más decirle. Pero lo que dijo fue:-Mamá, ¡invita a Alexia a la casa!Alexia es un año mayor que Sol y eso se nota mucho. En los gustos, y en la manera de comportarse. Alexia parece niña grande y Sol parece lo que es, niña-niña.La mamá de Sol se sintió obligada a invitar a la amiga y así se hizo.Como Alexia ordenó.La primera media hora de juegos marchó bastante bien. Hasta que Alexia dijo:-¡Sol, vamos a maquillarnos!-¿Maquillarnos? ¿Y con qué?-Pues con las pinturas de tu mami, tonta.A Sol no le gusta que le digan tonta. Pero como hipnotizada, le dijo a Alexia que sí y fueron al tocador de su mamá y se maquillaron de lo lindo.Cuando Alexia se aburrió, dijo:-Sol, ¡enséñame tus zapatos!A Sol tampoco le gusta que le den órdenes. Pero quién sabe qué le pasa con Alexia que siempre termina obedeciéndola. Así que le enseñó sus zapatos. Todos, desde los tenis hasta las sandalias, pasando por los zapatos de baile.-¡Qué feos! –dijo Alexia. Bueno, estos rojos no están tan feos. Regálamelos, Sol.¡Sus zapatos rojos! ¡Regalarlos! Se los había regalado su papá, cuando fueron a la zapatería y Sol vio los zapatos rojos en el aparador y se le fueron los ojos detrás de ellos. Se los había llevado puestos y sentía que todos en la calle se quedaban mirando con admiración a una niña tan elegante.Pero Sol, quién sabe por qué, le regaló sus zapatos favoritos llenos de recuerdos a Alexia. La amiga fue a probárselos con más comodidad a la sala y Sol se quedó en su habitación, sintiéndose muy mal, como despojada.-¡Shhhhhut! –se escuchó un sonido del clóset donde estaban los zapatos. Sol pensó que se trataba de Uñas, el gato y no hizo caso, continuando con sus pensamientos, para ponerlos en orden y cubrir el hueco que dejaban los zapatos rojos que le había regalado a Alexia.-¡Shhhhhhut! –escuchó de nuevo y eso ya no parecía un gato, sino una voz humana.Sol se asomó al clóset y descubrió que cómodamente instalado en la bolsita que hacía juego con los zapatos, estaba un duende.Era un duende perfecto. Con un gorro terminado en punta, de color verde, calcetines de rayas y zapatos rojos también terminados en punta. El duende era pecoso, con el cabello lacio del color del trigo y le faltaban los dientes delanteros como a un niño de siete años. Era muy pequeño, imagínate, como para caber en la bolsita de Sol...-Sol, pregúntame cómo me llamo –dijo el duende a manera de saludo.-¿Cómo te llamas?-¡No!-¿No me vas a decir cómo te llamas?-¡No!-Anda, dime tu nombre...-No!En eso, Alexia regresó con los zapatos de Sol puestos y el duendecillo rápidamente se escondió en la bolsita roja.-Me parece que esta bolsa hace juego con los zapatos, dijo Alexia- ¡Regálamela, Sol!-¡No!Y ese “No”, lo dijo el duende desde la bolsita, pero Alexia creyó que lo había dicho Sol.-¿No? –preguntó Alexia.-¡No! –contestó el duende.-¿Y por qué no?Ahora fue Sol la que contestó, animada por la vocecilla del duende.-Porque es mía. Me la regaló mi papá, junto con los zapatos.-Pues sin bolsa no quiero los zapatos –dijo Alexia, ya francamente enredada, y se quitó los tesoros de Sol y los aventó al clóset.-Bueno, ahora vamos a tocar los timbres de los vecinos y nos escondemos –dijo Alexia, poniéndose sus propios zapatos.-¡No! –contestaron al mismo tiempo Sol y el duende.-Bueno, vamos a sacar las cosas de los cajones de tu mamá.-¡No!Y la tarde siguió así por el estilo. Alexia proponiendo travesuras y Sol y el duende diciendo que no, hasta que Alexia se aburrió y le habló a su mamá por teléfono para que la recogiera.Ya para despedirse, Alexia le dijo a Sol:-No me vuelvas a invitar a tu casa. Me aburrí mucho.¿Y qué crees que Sol le contestó?-¡Pues “No”!Cuando Alexia se fue, Sol corrió al clóset a buscar al duendecillo. Lo encontró comiéndose una galletita de canela, como las que le gustan al hada Verdana.Con azúcar en su labio superior, el duende le dijo a Sol:-¿Ya sabes cómo me llamo?Y Sol, poniendo su mejor cara de traviesa, le dijo a su nuevo amigo:-¡No!

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